OPINIÓN | Una invitación a la empatía
Todo empezó con la introducción a la lectura de “Pálido Cielo”, un libro de Alonso Cueto que pone como tiempo y lugar el atentado en la calle Tarata, en pleno corazón de Miraflores, ocurrido en 1992 a manos del partido comunista peruano denominado Sendero Luminoso. Inmediatamente, recordé que en días pasados culminé la lectura de “Profeta en el desierto”, un libro donde Alonso Salazar; político, periodista y escritor colombiano, relata algunos hechos ocurridos para la misma fecha, pero en su país natal.
En el primer semestre de 1992, la capital del Perú vivía una época llena de sangre; paralelamente en Colombia también se vivía lo mismo. A pesar de la dura y cruda realidad que vivíamos en Latinoamérica en ese momento, Cueto hizo gala de un lenguaje pacífico, ágil y elegante para describir con sutileza a los personajes de su obra. Personajes relacionados entre sí cada uno con sus matices y secretos, pero con las mismas necesidades de amor, lealtad, unión, y todavía más importante, de conocer la situación de las personas que los rodeaban, sin importar la diferencia de clases sociales que pudieran separarlos.
Es precisamente en esta última parte donde me centraré para describir la necesidad de solidaridad y empatía en estos momentos de aislamiento. Nada diferente a lo que Cueto describe en su obra. Así como las guerras, la pandemia del coronavirus puso a prueba no solo a un país o continente; sino a todo el planeta dejando ver sus verdaderas naturalezas.
Pero ¿qué es la empatía? Según una breve investigación que realicé a través de varios portales en internet, la empatía es la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo. En mi opinión, la empatía es mucho más que ponerse en el lugar del otro. Estamos ante un concepto que implica tener la capacidad suficiente para diferenciar entre los estados afectivos de las otras personas y la habilidad para comprender su realidad, tanto cognitiva como afectiva.
El verdadero problema no está en entender el concepto de empatía, sino más bien en qué hacer con esa expresividad y capacidad de entender las diferencias.
Sin embargo, el verdadero problema no está en entender el concepto de empatía, sino más bien en qué hacer con esa expresividad y capacidad de entender las diferencias. Por ejemplo, deberíamos reconocer a aquellas personas que hoy día enfrentan una situación difícil a raíz del confinamiento que trajo la propagación del coronavirus. Debemos construir, quizás, entornos amigables que no permitan que se desaten olas de desprecio y desigualdad, no solo en la contingencia, sino también en el día a día. Pensemos en qué hacer con la empatía para que la esperanza no sea solo una promesa.
La construcción de la empatía, como dije anteriormente, nos permite escuchar mejor, comprender y formular mejores preguntas sin juzgar a primera vista, existen algunos aspectos fundamentales para hacer de nosotros seres empáticos: saber escuchar, prestar atención a lo que explica o argumenta la otra persona; atender de manera correcta a las manifestaciones no verbales, que en estos tiempos de confinamiento se hacen más que evidentes; mostrar comprensión, no se deben invalidar, rechazar o juzgar las emociones de una persona, entendiendo la situación por la que está pasando, esto es fundamental para mostrar sensibilidad empática; prestar ayuda si es necesario, en este punto es importante aclarar que debido a la contingencia se están necesitando ayudas de todo tipo, sin embargo no siempre tiene que ser ayuda monetaria, sino también en especie, como bien puede ser ayuda emocional.
Todo lo anterior se puede impartir en nuestro mismo entorno, no hace falta recurrir a grandes entidades para ofrecer las ayudas necesarias, basta con mirar a nuestro alrededor para saber que la empatía se puede aplicar en cualquier circunstancia, espacio y tiempo. Veámoslo como un ejercicio saludable y necesario para todos en la sociedad. Porque siempre hay alguien con más privilegios que otros y que sin mala intención ejerce prejuicio, como también siempre hay alguien con menos privilegios que nosotros a quienes sin querer podemos estar tratando injustamente.
Es el deber de cada uno esforzarse por mirar un hecho con información sobre su contexto y los factores múltiples que lo explican, y no solo opinar desde nuestros hogares. Y es que para algunos la empatía es uno de los valores más difíciles de practicar: salirse de uno mismo y pensar el contexto del otro. Si nos esforzamos buscando información o nuestro accionar es más certero, más educado y empático lo lograremos.
Finalizo con una cita tomada del libro mencionado en el primer párrafo, “Pálido Cielo” del maestro Alonso Cueto: “Cada uno de nosotros está haciendo lo que puede por lograr un buen puesto en un estudio o en una empresa. Por último, si alguna justificación tiene lo que hacemos, es la de intentar que algunas situaciones en las que intervenimos se resuelvan del modo menos injusto posible, por el bien de alguna persona que lo merece”.